21 – 22 Y 23 DE NOVIEMBRE
La voz de Abel Pintos es lo primero que aparece, con su calma budista y su intimidad ahí cifrada. No está delante de su público sino a través de una grabación. El público -la familia- empieza festejar, pero la cosa recién comienza. La voz de Abel da las indicaciones de rigor: ubiquen las salidas de emergencia, sepan que está permitido filmar y sacar fotos, pero es mejor sin flash, sepan que hoy nos vamos a divertir… y entonces pide un aplauso para el director de orquesta, Guillo Espel, y empieza la música.
Primero, un breve instrumental de Tanto amor para poner en marcha los motores de los 56 músicos de orquesta que acompañarán al cantautor en este sueño insospechado del show sinfónico. Desde el fondo del escenario sale Abel tras el primer silencio de la música y hace una reverencia. No sin excentricidades, como acostumbra hace rato en sus show, aparece con un look violeta y una pequeña capa. Y entonces sí se escucha su viva voz por primera vez en la noche en la letra de No me olvides.
Lo siguió una lista de 22 canciones, todas arregladas por Guillo Espel para su formato sinfónico, que despertaron los diferentes reacciones de la consabida “familia abelera”, unas 15 mil personas que colmaron el estadio Movistar Arena. Flores en el río fue la segunda canción, más intimista incluso que la primera y con mayor contenido folclórico, y Pájaro cantor la tercera, moviendo un poco las energías de todos.