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30 DE NOVIEMBRE

Puntualidad inglesa y un minimalismo estético que, quizá, poco tiene que ver con estas épocas en las que la música entra, en su mayor porcentaje, por los ojos. A tal punto que parece raro ver sobre el escenario a una banda mundialmente famosa como Keane sin una parafernalia tecnológica detrás que la asista. Pero así fue.

A las 21 de ayer Keane subió al escenario del Movistar Arena con la simpleza de una banda que habría tenido más ganas de ser vista que escuchada. A espaldas de los músicos había un cartel fijo con la palabra Keane y a los costados ocho columnas de luces; cuatro a cada lado. Eso era todo, sin videos ni puesta en escena. Hasta parecía mas colorido el grupo de fans que, amontonado de pie contra el proscenio, agitaba globos celestes y blancos.

Keane estuvo inactiva durante más de media década. Será porque el regreso no pretendió ser demasiado efusivo o porque la gira sudamericana apuntó al low cost que el cuarteto británico apostó a lo nuevo y lo viejo de su repertorio sin otra estrategia que la de sonar y ser escuchado. Nada mal en estos tiempos de saturación visual. No olvidemos que ni guitarras tienen (y lo bien que hacen porque gracias a la personalidad del cantante y a esa «omisión» instrumental construyeron una buena carrera).